“Parecían los hombres
enemigos,
pero la misma noche
los cubría
y era una sola claridad
la que los despertaba:
la claridad del mundo”
Pablo Neruda
Cada vez que las cosas se ponen difíciles y el mundo parece un asunto lleno de sombras, nuestros propósitos se hacen presentes con más claridad. Nos aferramos a ellos, los reconocemos como guías y es entonces cuando nos acordamos de que no hacemos esto por dinero.
Lo cierto es que hacemos esto porque nos importa y estamos seguros de que es algo importante para el futuro de Chile y el mundo. Sentimos en los hombros la confianza de cada comunidad que decide abrirnos sus puertas y confiar en nuestro trabajo, de igual modo en que sentimos las expectativas de los clientes que apuestan a encontrar soluciones a sus problemas.
Nos empeñamos en esto porque sabemos que es una labor fundamental y, sin embargo, no hay muchos con la capacidad para llevarla a cabo. Lograr acuerdos es algo difícil, áspero, un oficio incomprendido y tenso y, aun así, es el único camino posible. Un acuerdo es la llave que abre la puerta del futuro.
Por ello, con la mirada puesta siempre en ese porvenir, todos nuestros esfuerzos se combinan bajo el marco de la transición energética. Un proceso de cambio tan urgente como necesario que, además, debe ser justo especialmente con los territoritos donde se despliegan las inversiones.
Ahora bien, para lograr óptimos resultados necesitamos clientes y empresas decididas y comprometidas, al igual que comunidades organizadas, con liderazgos íntegros y razonables. En 2016, creamos Pértiga convencidos de que en el mundo social y empresarial del futuro lo que hará falta son, precisamente, los puentes y liderazgos capaces de negociar sus diferencias y pactar compromisos de beneficio mutuo.
Alcanzar acuerdos, sean grandes o pequeños, nos permite evitar conflictos y beneficiarnos colectivamente del progreso de nuestra sociedad. Además, buscamos que estos signifiquen una mejoría para nuestros proyectos de inversión, avanzando siempre en una relación sana con la naturaleza y en el camino de una transición energética justa.
Cuando no hay acuerdos perdemos la oportunidad de crecer juntos. En cada conflicto que no se resuelve, la gente paga costos altísimos. Los territorios se empobrecen, el país pierde y, lo que es peor, se instala la ley del más fuerte: a veces unos, a veces otros, siempre con uno que gana y otro que pierde.
En este sentido, construir acuerdos es buscar que nadie pierda. Ningún acuerdo es perfecto, pues siempre implica una cierta renuncia, un proceso mutuo de conceder y aceptar mediante el diálogo. Pero no hay otra forma. Solo mediante acuerdos podemos relacionarnos con respeto y ser capaces de zanjar nuestras diferencias, pasos fundamentales ambos para toda posibilidad de trabajo mutuo.
Ahora bien, para construir acuerdos hay que construir confianza. Y para que haya confianza debe haber buena fe, sinceridad y compromiso. Todos esos son los pilares que nos sustentan.
Nuestra tarea es noble, pero no sencilla. Los acuerdos tienen muchos enemigos, por lo que quienes nos dedicamos a propiciarlos no podemos ser débiles ni ingenuos: necesitamos convicción y energía para cuidar la confianza que hace posible el entendimiento.
Sabemos que el futuro se construye sobre acuerdos y por ello trabajamos duro para lograrlos.